Nicholas Davis, experto del FEM, asegura que el reentrenamiento es un reto que requiere innovación.

Avances en automatización, como las tiendas sin cajeros o los robots asistentes en los aeropuertos, sacan a flote una vez más los dilemas éticos en las industrias que podrían sobrevenir al reemplazar las tareas de un humano con máquinas inteligentes.

Nicholas Davis, un referente internacional en la tan aclamada cuarta revolución industrial, vino al conversatorio ‘Liderando la transformación social y económica’, organizado por Probogotá, que tuvo lugar a finales de octubre. El australiano, actual director de Sociedad e Innovación del Foro Económico Mundial, se reunió con empresarios nacionales para compartir sus reflexiones y, en entrevista con EL TIEMPO, aseguró que cuanta mayor influencia hay, también hay más responsabilidades y que con miedo no hay mucho que se pueda hacer.

Algunos expertos defienden que la siguiente revolución industrial se disparará gracias a determinada tecnología, ¿qué opina?

Como las tres anteriores, la cuarta revolución industrial no será el resultado de una sola tecnología disruptiva, sino de las interrelaciones y la combinación de dichas tecnologías utilizadas para hacer cosas.

Analicemos, por ejemplo, la biotecnología, donde se necesitan el análisis de datos, el ‘machine learning’ aplicado y los avances que se han hecho en los laboratorios en materia biológica. Todo eso es necesario para hablar de terapias genéticas. Podemos hablar de muchas tecnologías, ‘blockchain’, inteligencia artificial y aprendizaje automático, pero nada podrá hacerse con ellas si no hay una economía digital madurada.

¿Qué valores deben guiar la cuarta revolución industrial?

Los dos valores principales son: que el desarrollo esté centrado en los seres humanos, en su entendimiento, y la promoción de la inclusión, es decir, el entendimiento no de algunos, sino de todos.

Sabemos que revoluciones previas han generado desafíos de cambio climático como la pérdida de biodiversidad y los desechos en los mares, que son resultado de la producción y el consumo masivo. Por eso, la cuarta revolución industrial debe procurar trabajar por la sostenibilidad.

¿Quiénes deben liderar la adopción de esos valores?

Todos debemos hacer oír nuestras voces, pero mientras mayor sonoridad tenemos, más responsabilidad existe. Los medios de comunicación, los líderes de los negocios y los líderes del gobierno tienen grandes voces y responsabilidades.

La cuestión es pensar en la inclusión también en aras de la productividad y la eficiencia. Si se ponen la eficiencia y la productividad primero, pensando en que la inclusión será algo que vendrá después del tiempo, hay que preguntarse: ¿vamos a ser eficientes, pero en un periodo muy corto de tiempo o para un reducido grupo de personas?, o ¿existe eficiencia, pero vamos dejando ineficiencias en los alrededores como la basura y el impacto negativo en el medioambiente?

Hay temor por la automatización de los trabajos. ¿Las personas deberían tener miedo?

El miedo nunca es una buena posición para empezar. A lo largo de la historia, los trabajos siempre han cambiado. De hecho, más que los trabajos son las tareas que realizamos lo que cambia. Si bien existen titulares que nos asustan, debemos ser precavidos, yo me siento en un lado mucho más optimista.

Todos los trabajos cambiarán, pero las preocupaciones son mayores en algunas ocupaciones que no han tenido que adaptarse durante las décadas pasadas. Creo que hay miedo a tener que ser disruptivo con uno mismo.

Podemos hablar de muchas tecnologías, ‘blockchain’, inteligencia artificial y aprendizaje automático, pero nada podrá hacerse con ellas si no hay una economía digital madurada

¿Qué se puede hacer?

Debemos apoyar a las personas a las que el cambio les cuesta. Pero eso significa apoyar a la gente y no los trabajos.

No es buscar que nada cambie. La meta debe ser una vida más próspera y sostenible, en la que las personas sean felices con el trabajo y exista el trabajo, porque es algo muy significativo para los seres humanos. Pero un trabajo de toda la vida sentado en un autobús no es precisamente algo para creer que se está avanzando hacia el futuro.

Hay que entrenar a las personas, por ejemplo, a quienes alimentan palomas en la plaza para tomar fotos. El reto está en cómo llegar y ofrecerles nuevas oportunidades. Este tipo de desafíos son los que necesitan más innovación.

Hay quienes creen que las ganancias que generen las máquinas deben destinarse a un pago a los humanos, el concepto de ‘universal basic income’ (UBI). Otros critican ese modelo. ¿Qué piensa?

El UBI me parece una idea innovadora de política pública que puede llegar a ser un poco radical. Me parece excelente que se hagan experimentos para entender dónde y en qué contexto funciona. El modelo no sirve si simplemente se adhiere al sistema actual, pero, si se crean oportunidades para que ciertas comunidades más vulnerables tengan un apoyo gracias a ese ingreso básico, el modelo tiene todas las de ganar.

Por ejemplo, experimentos en Canadá mostraron que madres adolescentes beneficiarias usan el UBI para tener mayor tiempo con su familia e invertir en su educación. De no existir la opción, tendrían que trabajar en las noches y buscar una niñera económica. Por otra parte, otros experimentos, en otros contextos poblacionales, han concluido con algunas personas diciendo: ‘¿Para qué necesito trabajar?’.

Aunque soy partidario de la idea del UBI, es importante aclarar que aún no estamos en una situación en la que necesitemos aplicarlo de inmediato.

Hay empresas que buscan robotizarse casi al 100 por ciento ¿Es algo deseable? ¿Debería plantearse un mínimo de seres humanos en las compañías?

En algunas compañías, el porcentaje de seres humanos versus la cantidad de usuarios o servicios que ofrecen no son proporcionales. Instagram, Facebook, Amazon, entre otras firmas, tienen unas proporciones muy elevadas en términos de productividad, precisamente por su uso de tecnología.

Creo que es positivo cuando los beneficios de esa productividad se comparten con la economía en general, las compañías pagan impuestos proporcionales, los trabajadores están siendo remunerados justamente y los usuarios se ven beneficiados con costos significativamente bajos.

Resulta un problema si ese nivel de automatización trae beneficios que van a parar en unos pocos o si los impuestos no se ven en los países. Más que un asunto de bueno o malo, es cuestión de cómo diseñamos esa distribución de los beneficios.

La gente envejece, nacen menos personas, y pronto habrá más robots trabajando… ¿Qué va a ocurrir con el modelo de pensiones actual? ¿Los robots van a pagar nuestro retiro?

Si quitamos la automatización de esa fórmula y vemos algunas tendencias económicas, el sistema pensional está en crisis en varios lugares, en especial si implica tomar el dinero de una población para invertirlo en otra. El mundo se moverá hacia otros modelos.

Con el aumento de la expectativa de vida vemos un aumento de la edad de jubilación. Muchos países han puesto el umbral en 65 años. Los que ya la tenían a esa edad están pensando en elevarla a los 70 o más. Pero, si trabajas en una fábrica, pensar en jubilarte al llegar a los 70 es inimaginable. Necesitamos innovación en este aspecto.

Por ejemplo, un joven que esté dentro de la ‘geek economy’ (personas que trabajan parcialmente día a día y son consideradas independientes: conductores de Uber, ‘rappitenderos’, etc.), es probable que no encuentre una forma de adquirir una pensión sostenible si no es gracias a un ahorro programado por sí mismo.

¿Cómo ve el panorama de la cuarta revolución industrial en Colombia?

Es un ejemplo fantástico de todas las oportunidades que están disponibles. Lo digo porque, por lo poco que he podido ver, la mentalidad de los líderes gubernamentales y de los empresarios es clara frente a cómo puede usarse la tecnología, no sólo para aumentar el desarrollo económico sino también frente a qué tipo de beneficios pueden entregarse a la ciudadanía.

Por ejemplo, el proyecto de ley de modernización del sector TIC enfatiza en el acceso y la apropiación de internet. La desconexión no se trata solamente del acceso a 3G o 4G, sino de la velocidad de la conexión y el acceso a contenido local.

Más allá, aun si las personas ya usan internet, se necesita desarrollar usos más avanzados. Por ejemplo, no es lo mismo comunicarse con compañeros por WhatsApp que utilizar la aplicación para enviar audios de denuncia a la Policía y mejorar la seguridad en la localidad. Ese es el tipo de usos que debemos buscar. La idea de cerrar la brecha digital es empoderar a los ciudadanos con herramientas para su desarrollo.

También es fenomenal que Colombia esté comprometida con el tema, pues puede ser ejemplo para otros países de la región.

Hablemos de retos de la automatización como el desempleo, el reentrenamiento y el poder de compra…

En todo el mundo nos preocupa el desempleo, pero aún no podemos encontrar las habilidades que los negocios están necesitando. Claramente, existe un problema con el entrenamiento y la ubicación.

No me preocupa la total destrucción de los trabajos, sino el reentrenamiento de los empleados. Las compañías que están sintiendo que no encuentran el talento humano que necesitan ¿qué van a hacer? ¿Van a esperar a que las nuevas generaciones se gradúen de la universidad o van a traer especialistas por el doble del salario de otros países extranjeros? Muchos pueden dudar acerca de entrenar a los empleados, que pueden irse con la competencia; por eso, la clave está en invertir de manera comunitaria. Esto es un trabajo conjunto entre empresas, universidades y gobiernos.

Por otro lado, estoy de acuerdo en que necesitamos poder de compra. Necesitamos que continúe porque es lo que alimenta nuestra economía. Hay que apostar por aumentar la demanda de bienes y servicios de consumo, pero también en hacerla más sostenible para el mundo.

También tenemos que preocuparnos por la economía informal. No tenemos ningún tipo de respuestas fáciles aquí, pero hay que empezar por abordar nuestras prioridades.

Es fenomenal que Colombia esté comprometida con el tema, pues puede ser ejemplo para otros países de la región

¿Cuáles son las principales habilidades que la gente debería estar entrenando en este momento, las habilidades del futuro?

Se puede hablar desde las más técnicas hasta las más comportamentales. En el futuro, por el lado técnico, probablemente la habilidad más demandada en todo el mundo sea lidiar con datos y analítica. En la segunda categoría hay una clara necesidad de habilidades básicas como la confiabilidad, la adaptabilidad, la creatividad, el trabajo en equipo y las habilidades para solucionar problemas. La demanda por esas capacidades aumentará mientras, que las habilidades manuales van a la baja. No puedo imaginarme ni una sola profesión del futuro sin que requiera habilidades de colaboración en equipo, de comunicación y conexión emocional con otras personas.

Referente:https://www.eltiempo.com/tecnosfera/novedades-tecnologia/entrevista-con-el-experto-nicholas-davis-quien-habla-de-la-revolucion-digital-311790

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